Tras la primera parte del relato colectivo en red que hicimos en el taller de escritura creativa de Udondo Gaztetxea, el otro día, hicimos una segunda parte.
Bubu nos dijo que a partir del micro-relato que escribió cada uno el día anterior, escribiésemos otro que tuviese un punto de unión con el anterior. De esta forma, estos segundos textos ampliarían la red que conforma el relato colectivo sobre El planeta Tres.
Como Jarel no vino ese día, pero Diana en cambio sí, acordamos que Diana escribiese un micro-relato con un punto de unión con el texto que escribió Jarel en la primera sesión. El resto escribimos un micro-relato con un punto de unión con nuestros propios textos de la sesión anterior.
Al de un rato, leimos en alto lo que cada uno había escrito:
Micro-relato de Diana:
Al principio sólo llamaban a los pelirrojos. ¡Mierda! Yo era todo menos pelirrojo.
Luego a los que medían más de 1,72 cm. De nuevo me quedaba atrás.
Intenté no desesperarme, tal vez más tarde salvarían a los bajitos, ¿todo nuevo planeta necesita bajitos que no sean pelirrojos no?
El meteorito se acerca. Se acerca. Se acerca y nadie puede hacer nada para evitarlo. Me asfixio. La espera me asfixia; miro el reloj Lunar, sus agujas nunca pesaron tanto.
Pasa otro día.
El meteorito se acerca. Se acerca. Se acerca y nadie puede hacer nada para evitarlo. No me van a llamar, lo sé. Esa afirmación ya no me aterra tanto, prefiero agarrarme a la certeza de que voy a morir, que seguir esperando a que me llamen o desear ser pelirrojo. ¿Qué se supone que debe hacer uno cuando sabe que va a morir?
El meteorito se acerca. Se acerca. Se acerca y nadie puede hacer nada para evitarlo.
Micro-relato de Bubu:
Lei y Net tuvieron a su única hija el mismo día en que Planeta 3 viajó desde el sistema solar de Alfa Centauro, el más próximo al del sol, a Bellatrix, de la constelación de Orión. El portal abierto se motivó en que la destrucción de Tierra 2 afectaría también en Alfa Centauro.
La confirmación total del impacto del asteroide al Planeta 3 nunca se confirmó sobre ninguno de los dos cuerpos. Sin embargo, sólo la gente elegida para el cambio de mundo, con toda la tecnología a su disposición, abandonaron el sistema.
No supieron que pasó con sus familias en Tierra 2. Tenían coltán, medios y eran poca gente, menos de ocho millones de personas.
Net tenía contactos entre los gestores políticos nombrados y el saber le dolía. Lei se lo notaba, poco a poco, algo se le iba oliendo a pesar del espectáculo celeste que se vivía en Orión que alegraba sólo con mirar.-Net, dime, que te pasa ahí adentro -Lei le habló cogiéndole por detrás.
-Hhhhh… -el hombre suspiró.
-Me lo puedes decir, ya sabes, sácalo de ti –dijo ella.
-De acuerdo – hizo una pausa-. ¿Sabes que han decidido? ¿Ellos, los que dirigen? -se enfadó.
-¿Qué? -tranquilizó ella.
-No contar lo que pasó con Tierra 2, que les abandonamos. Han decidido, a las generaciones que lleguen, decirles que huimos de un ataque extraterrestre. Además sin decirlo. Lo ocultarán.
-¿Cómo? -ella no daba crédito.
-Que huíamos de algo. A nuestra hija tenemos que engañarla y los nietos de nuestras nietas, jamás ninguno sabrá nada.
-Sólo espero que estarán bien aquí –dijo Lei abrazada a su marido-, espero que lo piensen.
Micro-relato de Julen:
¡Oye majo! Que hoy hemos quedado para desayunar. La electrizante y mecánica voz de aquel artilugio, le devolvió por un instante a algún lugar familiar. Aunque con el fuerte dolor de cabeza que arrastraba, era incapaz de poner sus neuronas en orden.
¿Que era aquello del Tresiano?, y lo más importante, ¿por qué estaba en la calle desnudo y hambriento? Corrió a un jardín intentando percatarse de que nadie le siguiera, pero no había motivo de preocupación, estaba solo, o eso creía.
Le observaban desde su nacimiento, nunca habían dejado de hacerlo. El profesor Tximista dio una orden: Cámara 3, que siga al sujeto. Preparando efecto de viento huracanado. Listo, gritó un operador.
Micro-relato de Virtxu:
A esto se dedicaban la mayor parte del tiempo los Tresianos, pues la vida discurría sosegada y feliz en este planeta de la galaxia Amón. Era un pueblo pacífico. Se alimentaban de coltán, mineral que componía todos los montes del planeta. No había escasez en ese sentido, y por eso no existía violencia entre los Tresianos, ni hacia habitantes del planeta de otras especies: los Pacori, con su dulce canto nocturno, o los Chilendres, habitantes de dichas montañas, que excavaban cuevas en su interior.
Todo transcurría, como hemos dicho, pacíficamente y sin sobresaltos. Los sentimientos negativos eran algo extraño para estos seres plateados. Jamás conocieron el miedo, por ejemplo. Jamás hasta el fin de la era post-soliana: la época de decadencia de los Tresianos.
Los primeros signos de miedo se manifestaron tras las noches de los avistamientos: siniestras luces poblaban el cielo del planeta, sin que los Tresianos las pudieran identificar.
Al cabo de un tiempo, aparecieron varios Chilendres muertos. Alguna de sus cuevas habían sido saqueadas y estos golpeados brutalmente.
Nunca lograron averiguar que estaba ocurriendo. La angustia, esa nueva dolencia que asoló el planeta, debilitaba los delicados campos de estos seres.
Por tanto, la población disminuyó rápidamente. Pero quizá fue lo mejor, teniendo en cuenta lo que las últimas generaciones iban a ver.
Micro-relato de Txopi:
-¡Silencio por favor! Vamos chicos, callaros un momento -dice la profesora con voz firme.
-¿Habéis entendido todos el funcionamiento de una mina de coltán? En el examen puede entrar desde el proceso de triturado hasta el proceso de fundido, pasando por el filtrado y el purificado del coltán. ¿Entendido?
El droide de ojos saltones de la primera fila levanta la mano. La profesora se acerca y con su voz sintética más cariñosa, le dice:
-Dime T6-R2.
El pequeño droide habla con su voz aguda e igual de sintética:
-Señorita, mis compañeros de cargador de baterías dicen que si los humanos no se hubieran cargado a todos los “terceros” del planeta tres, antes de darse cuenta de que el coltán lo generaban ellos, ahora ni siquiera haría falta construir las costosas minas de coltán.
-Si, es verdad. Eso es cierto. Pero también es cierto que gracias a que los humanos demostraron ser tan chapuceros, nos decidimos a cargárnoslos. Y así surgió nuestra gran Civilización Droide.
-¡Bien! ¡Hurra! -gritan contentos los pequeños droides.
NOTA: Quiero agradecer a Diana que se haya tomado la molestia de pasar a ordenador estos textos. Este artículo ha sido publicado gracias a ella
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